Son las siete horas
de un día de noviembre
noche despejada
bajas temperaturas.
El amanecer madruga
la oscuridad escapa.
El pensamiento se relaja
con el silencio quedo del rocío
y el oxigeno húmedo de frío.
Placer quieto
de efímera vida,
el tiempo no esvara
y esfuma el momento,
encontrado sin buscarlo,
perdido sin quererlo.
Felicidad independiente
de tantos días inciertos
que un insomnio no llamado
nos sitúa dligente,
al alcance de la mano.
viernes, 20 de noviembre de 2009
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